Olivia va caminando rápido. Por su nuevo barrio que a la vez es el mismo del principio.
De repente, lo ve. Él viene de frente, silbando y
canturreando. Con esa actitud sonriente y despreocupada que ella siempre odió.
No es la primera vez que lo ve desde que se mudó, pero si la primera que están
frente a frente.
En esa media cuadra, (si, Olivia ve muy poco de lejos
pero como olvidarlo…) los recuerdos de tres años se agolpan en su mente, sin
filtros.
Olivia recuerda risas, enojos, indiferencia, chistes…
Algún que otro quehacer domestico…
Se cruzan… La mira. Ella baja la cabeza, y él, con ese
tono de voz inconfundible, atisba un “adiós!”, ella sigue, rápido. “Tantos
años!!!” se escucha alejándose…
Olivia sonríe. Esa voz tan familiar sus primeros años en
la ciudad. Recapacita. Frena y se da vuelta. “Chauu!!!” y sonríe.
Él la saluda eufóricamente con la mano (siempre fue muy
especial…) y cada uno sigue su camino. Olivia sonríe. Al fin de cuentas, ¿por
qué lo evitaba tanto? Fue una linda sensación.
Olivia se quedó sonriente toda la tarde…
Qué locura que ver al portero de su primer edificio le
remueva tantas cosas…
(qué pensaron? Pobre Marito…)